Democracia

POR: Luis Guillermo Pilonieta Linares

La democracia es el sistema de gobierno más perfecto porque representa el ejercicio del poder por el pueblo, que lo ejerce a través del voto, fundamentado en la libertad de pensamiento, en la igualdad política, en el respeto al estado de derecho, en la alternabilidad en el mando, en la independencia de los poderes, en la libertad de acción para el imperio de la paz, pero hasta este momento en Venezuela, quienes nos han gobernado no han sido siempre líderes, héroes ni santos pero en este momento no queremos mitos, ni adoramos muertos, solo aspiramos a hombres correctos consecuentes en su prédica y su acción.

Dos corrientes de pensamiento han predominado en nuestra historia, por una parte el militarismo que es el predominio de lo militar en funciones de gobierno por hombres formados en la doctrina de la obediencia debida y en el sometimiento del subalterno, que contrasta con la corriente del pensamiento civilista fundamentada en el acatamiento al ordenamiento jurídico y constitucional, con respeto a la autonomía de los poderes, la competitividad por los partidos políticos para la primicia del dialogo y las decisiones compartidas, separando las funciones castrenses con las responsabilidades administrativas.

Siempre he creído que la política es amoral porque esta carente de frenos con ideologías que no guardan fronteras y por ello no es ni buena ni mala por sí misma, pero los que han detentado el poder son los que han generado tendenciosos contenidos, erradas aplicaciones, pugnas por intereses y ambiciones hasta conducirnos a una lenta destrucción, llevándonos a las condiciones actuales que más deplorables no pueden ser, pero debemos sentirnos felices de estar presentes cuando llegue el momento de oír el campanazo que nos haga despertar para lograr la superación colectiva y devolver la credibilidad a las instituciones ya que una nación no puede progresar si no cree en ellas, cuando el estado quiere ser el amo de los valores que individualmente corresponden a cada ciudadano, estamos obligados entonces a reclamar sinceridad en el relevo de los mandos porque es el momento de actuar, recordando que el silencio y la renuncia son los más grandes forjadores de nuestra propia debilidad, porque no es el tiempo para romper solo con el presente sino también con la simulación de permanencia mediante una indebida generación de idolatría que hace posible que en Venezuela vivan demasiados muertos.